miércoles, 4 de abril de 2012

Por una “ciencia sin género”: problemas de las mujeres científicas

ORIGINAL: VivirMexico

"La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional -curioso, como si la mujer fuera sinónimo de paz, siendo que nos acusan de berrinchudas y dramáticas-, desde hace algunos años -quizá un par de décadas-, principios de marzo es el momento en el que se reflexiona en torno a la cuestión de la mujer. Se recuerdan los pendientes en materia de género que, curiosamente, fueron los mismo del año pasado y del año anterior. El caso de las mujeres en la ciencia o, mejor dicho, de las pocas mujeres científicas, también forman parte de los temas de cajón.

Cierto, en México -como en casi todas partes del mundo- la mayoría de los científicos son hombres. Actualmente, las mujeres representan alrededor de 30 por ciento de los miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). En 2007, sólo una quinta parte de los miembros de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) eran del sexo femenino. Y eso es mucho, considerando que hay países en los que las academias científicas no sobrepasan el cinco por ciento de integrantes femeninos.

Es un hecho, hay menos personas del género femenino que del masculino en el área de ciencia y tecnología. Y aquí entra en pugna una de mis principales contradicciones: me molesta que se vea la ciencia a través del tamiz del género -por eso soy tan mala socióloga en estudios de género, no logro apropiarme del discurso “porque soy mujer” y con esa bandera argumentar todas las injusticias del mundo-, pero entiendo que existe un montón de condiciones sistémicas que determinan esta situación. Lo que haré es retomar la voz de mujeres científicas que advierten sobre los puntos centrales al respecto. Así limito mi conflicto existencial -ustedes qué culpa tienen de eso- y expongo de manera general la problemática.

Escolaridad y género
Para dedicarse a la ciencia es fundamental el acceso a la educación. Es un tema en el que los hombres nos llevan una descomunal ventaja, debido a las asignaciones de roles por género -ya saben, la mujer se tendría que dedicar al hogar así que para qué estudiaban-. No fue sino hasta finales del siglo XIX y, en algunos casos, bien entrado el siglo XX que las mujeres ganaron el derecho de estudiar en las universidades.

En México, a inicios de los setenta del siglo pasado, menos de 15 por ciento de la población femenina se encontraba en los niveles de educación superior, cerca de 30 por ciento continuaba sin terminar la primaria. Actualmente, de acuerdo con datos del INEGI, el nivel de escolaridad de la población femenina de 15 años y más indica que 8.1 por ciento no tiene instrucción, 12.7 por ciento tiene primaria incompleta, 16.5 por ciento cuenta con primaria terminada y 26.5 por ciento tiene algún grado aprobado de secundaria; sólo una de cada cinco (19.3 por ciento) cuenta con estudios a nivel medio superior y una de cada seis (15.9 por ciento) tiene al menos un grado aprobado a nivel superior. Si bien, la escolaridad con respecto a los varones se empieza a “emparejar”, todavía estamos un poco atrás.

El asunto de la escolaridad no se queda ahí, después de todo es casi un “mito urbano” que hay áreas de conocimiento en el que las mujeres no incursionan. Según el Anuario Estadístico de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, durante la década de 1990, el porcentaje de mujeres estudiando matemáticas pasó de 17.3 a 32.9, ingeniería de 15.7 a 23.6, biología de 20.8 a 49.7, y química de 42.6 a 52.3. Pero, interroga Laura Vargas, ¿cuántas de ellas dirigen facultades, centros o institutos de investigación científica? ¿Cuántas son rectoras? ¿Cuántas presidentas de sociedades científicas o secretarias de Estado? Muy pocas, responde.

El techo de cristal
El techo de cristal en muy marcado en el área de ciencia y tecnología, predominantemente masculino. Pero ¿qué es el techo de cristal?

Se denomina así a una superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que nos impide seguir avanzando. Su carácter de invisibilidad viene dado por el hecho de que no existen leyes ni dispositivos sociales establecidos ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación, sino que está construido sobre la base de otros rasgos que por su invisibilidad son difíciles de detectar.

¿Cómo se manifiesta el techo de cristal?
Las estructuras jerárquicas con hombres ocupando casi todos los puestos de toma de decisión -justo las preguntas que se dejaron en el apartado anterior-.

El entrenamiento de las mujeres en los vínculos humanos con predominio de la afectividad. Es decir, en un mundo laboral masculino -como lo es el científico- los vínculos humanos se caracterizan por un máximo de racionalidad y con afectos puestos en juego mediante emociones frías: distancia afectiva, indiferencia, etc. -y para muchos, la mujer racional es una quimera-.

El trabajo de las mujeres en espacios tradicionalmente masculinos es observado de forma más inquisitiva que el de sus compañeros del sexo opuesto. Al respecto, Ameenah Gurib-Fakir, una de las cinco laureadas con el Premio L´OREAL-UNESCO 2009, advierte: “Nuestros colegas masculinos no aceptan fácilmente a las mujeres. Para que una mujer tenga éxito, su portafolio debe ser diez veces más pesado que el de su homólogo masculino”.

Estereotipos en la orientación vocacional. La idea de que hay “carreras para hombres” y “carreras paramujeres” es muy difícil de erradicar, incluso para el mismo género femenino.

La doble carga. Es, quizá, la más conocida e infranqueable. Conciliar las labores profesionales con las familiares. En este sentido, la investigadora Liliana Quintanar, ganadora de la Beca Mujeres en la Ciencia L’oreal-UNESCO-AMC, explicó que el problema de la representación del género femenino en la ciencia está directamente relacionado con el de hecho de que, justo la etapa más productiva de un investigador, cuando debe consolidarse (digamos entre los 30 y 45 años), coincide con la etapa reproductiva de la mujer. Por ello, si una científica desea tener familia debe organizarse para poder realizar las dos actividades: ser investigadora y ser mujer de familia (madre/esposa/ama de casa). Situación que lleva a muchas mujeresbrillantes a desertar de su carrera.

La auto desconfianza. La falta de modelos femeninos hace que se agudice la inseguridad y el temor a la falta de eficacia cuando se labora en espacios tradicionalmente ocupados por hombres.

Ciencia sin género.


Al parecer, existe un agujero negro que drena el talento femenino, cercado por un techo de cristal que parece más un muro infranqueable. Sin embargo, existen iniciativas como la asociación de la UNESCO con L´OREAL, que premia a mujeres científicas, y que han contribuido a hacerle alguna cuarteadura.

Abordando el tema de las mujeres en la ciencia, la investigadora del CINVESTAV, Esther Orozco comenta:

Si las mujeres jóvenes no abundan en nuestros laboratorios no es por falta de vocación o inteligencia, ni tampoco porque las hormonas se lo impidan. Es por falta de oportunidades, por el trato desigual, por la falta de modelos femeninos y por los estereotipos de género […], debemos aspirar a que todas las mujeres y hombres mexicanos con vocación e inteligencia puedan hacer juntos ciencia, arte, política, empresa, sin que cuente el género, la preferencia sexual o política, el lugar en el que nacieron, ni la condición socieconómica que tengan.

Por su parte, Gabriela Olmedo Álvarez, realizadora de la secuencia genética de los primeros microbios prehistóricos, en las pozas de Cuatrociénegas, Coahuila, considera que no importa el género, lo que se requiere con urgencia es un mayor número de científicos, pues “la ciencia no es cuestión de género, un verdadero científico reconoce la capacidad analítica de otro, y no se detiene a considerar el género de su colega”.

Yo también considero que lo que México necesita son científicos, a secas. Que para una mujer es más difícil trabajar en el ámbito de ciencia y tecnología, sí; imposible, no. Y hay muchos brillantes ejemplos que avalan esta afirmación.


Imagen AMC


In 1962, James Watson, Francis Crick and Maurice Wilkins received the Nobel prize for the discovery of the structure of DNA. Notably absent from the podium was Rosalind Franklin, whose X-ray photographs of DNA contributed directly to the discovery of the double helix. Franklin's premature death, combined with misogynist treatment by the male scientific establishment, cast her as a feminist icon. This myth overshadowed her intellectual strength and independence both as a scientist and as an individual.

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