lunes, 12 de marzo de 2012

La ciencia de las regalías

ORIGINAL: Razón Pública
11 de Marzo de 2012 22:10

Carlos H. Fonseca Zárate*
¿Cuándo debe cobrar el Estado por la extracción de los recursos no renovables? 
¿Por qué se necesita una ciencia regional y cómo sería posible asegurarla? 
¿Cómo cerrar la brecha de productividad y quién podría financiar estos avances? 
Una explicación autorizada sobre los alcances de la reforma reciente de las regalías y sobre los ajustes o acompañamientos que ella necesita.


Los tres asuntos básicos
Nuevamente las regalías ocupan la atención del gobierno, de las empresas y de la sociedad. Se necesita una discusión de fondo para acertar en su uso para el bien común y con una mirada de largo plazo. Este debate tendría que versar al menos sobre tres elementos conceptuales y pragmáticos:

  • El significado de las regalías como pago por el derecho a extraer un bien colectivo extinguible;
  • La asignación de un porcentaje de las regalías a la ciencia, la tecnología y la innovación;
  • La distribución del 50 por ciento de las regalías para proyectos de desarrollo y compensación regional, dentro de lo cual un 10 por ciento sería para los municipios productores.
Cuánto debe cobrarse como regalía

El Estado representa a la sociedad en la transacción de un bien extinguible o agotable, como es el petróleo, o el carbón, o el oro.

El objetivo fundamental de las regalías es reemplazar un recurso extinguible (fósil o mineral) por nuevas formas de capital — ya sea humano, construido o natural— renovable que le permita al país un desarrollo social y ambientalmente sostenible.

El precio debe pactarse, por lo tanto, en función de la escasez creciente de los sistemas vivos y de los ecosistemas de soporte. Los países con recursos naturales no renovables deben replantear su valor, puesto que al no hacer los cálculos correctos se pierde la oportunidad de aprovechar las externalidades y de reemplazarlos en forma por lo menos equivalente. La demanda elevada o creciente frente a la oferta en disminución, tanto de recursos como de la calidad ambiental, dejan que el país dueño de los recursos juegue el papel protagónico.

El gran reto de las regiones es administrar los recursos provenientes de la explotación de recursos naturales.

El ministro de Minas y Energía, Mauricio Cárdenas, tácitamente ha reabierto la discusión al anunciar que la asignación de 2,9 millones de hectáreas adicionales para la exploración minera se hará por subasta. Mientras más elevadas sean las ofertas respecto de las regalías actuales, mayor será la probabilidad que tiene el proponente de recibir los títulos mineros.

Sin embargo, este mecanismo puede mejorarse si se procede de manera inversa: se fija primero un valor ideal de regalías para los diferentes minerales, que depende de dos variables principales: la facilidad de extracción y la importancia y sensibilidad de los ecosistemas que los contienen.

La facilidad de extracción está dictada, en el caso del oro por ejemplo, por el “tenor” del mismo es decir, por el nivel de concentración del mineral por tonelada de materiales “inertes” que deben extraerse: la cantidad de onzas de oro que pueden extraerse por remoción y disposición adecuada de tierras y por el volumen esperado (una gran mina debe pagar más). En Colombia, hay sitios, como el sur de Bolívar, que superan en varias veces el promedio latinoamericano y mundial en concentración del oro y condiciones geológicas más fáciles.

En el caso del petróleo, esas condiciones están determinadas por la profundidad y calidad del crudo, así como por las reservas esperadas. La formación geológica, la ubicación geográfica, las condiciones topográficas y sociales también son relevantes.

El valor de las regalías debe reflejar esos parámetros: por ejemplo una mina de oro ideal, cuyos costos de producción y expectativas de volumen sean óptimas, debe tener la tasa más elevada de regalías.

Por estas razones, la subasta debería convocarse bajo un criterio distinto del que propuso el ministro: establecer un valor “techo” de las regalías que refleje la necesidad de reemplazar un recurso extinguible por la capacidad de la región y del país para lograr su desarrollo sostenible.

Suponiendo, por ejemplo, que las regalías ideales (o para las mejores localizaciones) sobre el oro sean del 8 por ciento— en lugar del 4 por ciento actual general para cualquier sitio y mina — el gobierno debería controlar la subasta desde arriba, desde el 8 por ciento, y no desde abajo, desde los valores bajos dictados por los proponentes.

No menos, las visiones culturales de los pueblos indígenas y afrocolombianos deben incidir sobre el valor de las regalías, lo cual implica mucha mayor concertación entre el Estado y estos pueblos.

Ciencia, tecnología y regiones

La asignación del 10 por ciento de las regalías a la ciencia, la tecnología y la innovación — bajo la condición de que sean los propios entes territoriales quienes formulen y estructuren proyectos de alcance regional — representa un avance muy importante, no solo para disminuir la desigualdad territorial, sino porque así se reconoce que las regiones son diferentes entre sí y que nuestra biodiversidad ecosistémica requiere de ciencia regional.

Pero urge advertir que harían falta tres condiciones para que esta asignación de las regalías cumpla con su propósito:



  • en primer lugar, estimular la búsqueda y la creación de conocimiento y de tecnologías que usen la biodiversidad en forma sostenible, por lo cual debemos balancear el paradigma del monocultivo basado en agroquímicos por sistemas como los agro–silvo–pastoriles, la agricultura biológica con policultivos y acuicultura de policría, que además están demostrando ser mejores ante el cambio climático;
  • en segundo lugar, insistir en la estrategia de avanzar en “redes académicas” donde las regiones más avanzadas en conocimiento se asocian con las más atrasadas para acortar el tiempo de adopción de métodos y de organización y para que se tejan redes permanentes de ciencia y tecnología que lleguen hasta la “ciencia e innovación abierta”;
  • en tercer lugar, en las regiones habría que formar “redes de conocimiento” más amplias, que asocien no solo a los científicos entre sí, sino además a las empresas, a las entidades estatales y a la sociedad civil, en ejercicio de la “IAP: investigación acción participativa”, que reconoce como “coinvestigador” al usuario final, pues es éste quien usa los inventos y tiene la información y la experiencia para adoptarlos o mejorarlos.
Si bien los proyectos que hace poco se presentaron en la primera ronda de los CODECTIS (Consejos Departamentales de Ciencia, Tecnología e Innovación) constituyen un primer y buen esfuerzo de aproximación, se requiere mucha más coordinación entre las diferentes regiones y entre los actores que crean conocimiento. Ha sido un ejercicio válido ante la inminencia de la distribución de las regalías, pero también sufrió de de improvisación y de falta de sinergias, que deberán evitarse en las próximas rondas.

Cómo cerrar la brecha de productividad

En el momento de poner en marcha la Ley de Víctimas y Restitución de tierras es fundamental modificar — parcialmente, por lo menos — el paradigma positivista racional de la ciencia académica y reconocer la complejidad de la construcción del conocimiento, en la cual muchos actores participan.

Colombia está integrándose rápidamente a la cadena de valor global en la producción de alimentos y maderas. Por eso es necesario construir modelos propios que coexistan con la agroindustria de grandes compañías multinacionales y que guíen incluso a estas empresas en las regiones colombianas en cuanto atañe al uso de los suelos y el manejo de la diversidad.

Avanzaríamos mucho más si los proyectos de “compensación y desarrollo regional” que se financiarán con el resto de las regalías (el otro 50 por ciento) y las entidades estatales relacionadas con las restantes “locomotoras” (vivienda, infraestructura, agricultura, minería y energía) se comprometen a destinar a la innovación un 1 por ciento de sus presupuestos. Se trataría de financiar programas y proyectos útiles para cerrar la brecha de productividad en sus propios sectores, frente a las mismas actividades en economías más competitivas que la nuestra.

Así lo hizo EPM en Medellín: desde 2004, asignó el 0,6 por ciento de sus ventas brutas a este propósito y ha logrado liderar la llegada de grandes compañías de innovación.

Dos pequeños ejemplos para ilustrar el punto:

i. La investigación de la Fundación Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria (CIPAV) y la Universidad Nacional en fincas ganaderas del Cesar demostró que la siembra de arbustos de leucaena cada metro y medio permite pasar de 1,2 cabezas de ganado a 5,3 reses por hectárea y la leche es por lo menos 3 veces superior en cantidad y calidad;

ii. En nuestras carreteras y calles, el uso de coloides y cementantes naturales podría abaratar los costos hasta en un 30 por ciento, tal como ya lo demuestran experimentos y ensayos.

Jaime Restrepo es el director de Colciencias, que en esta administración contará con un presupuesto inédito.

En 2011, Colciencias recibió un 0,98 por ciento del presupuesto general de la Nación. Con la adición de las regalías, el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (COLCIENCIAS) pasará de manejar un presupuesto de aproximadamente 300 mil millones de pesos a administrar alrededor de mil doscientos millones anuales del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. (Cuatro veces más)

Sin duda, esto permitirá pasar del 0,51 por ciento del PIB anual promedio (2005-2009) que invierte el país en actividades de ciencia, tecnología e innovación (ACTI). Cabe recordar que en ese mismo periodo Brasil invirtió 1,57 por ciento; Estados Unidos 3,04 por ciento; Venezuela 2,36 por ciento y América Latina y el Caribe 1,15 por ciento.

Se requiere entonces un esfuerzo mucho mayor, pero no es difícil hacerlo: basta con que todas las entidades estatales se comprometan a invertir aquel 1 por ciento de sus presupuestos en innovación para acelerar a la sociedad hacia la equidad y la sostenibilidad.

En fin, la ciencia de las regalías debe servir para un desarrollo mucho más ingenioso, productivo y sostenible. La ciencia paga con creces.

* Consultor en gestión del conocimiento, la innovación y la sostenibilidad integral, director técnico del Parque de Investigación e Innovación de la Universidad Nacional Sede Bogotá.

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