Martín von Hildebrand ganó un premio Nobel alternativo de paz en 1999. Foto: Archivo / El TIEMPO
El director de la fundación Gaia, habla de la alianza Amazonas 2030.
Más de 40 años lleva Martín von Hildebrand entre los indígenas amazónicos, fortaleciéndolos y, de paso, contribuyendo a la conservación de la selva tropical más grande e importante del mundo.
En medio de esa lucha, que incluso le valió ser reconocido con el premio mundial Right Livelihood Award, llamado el Premio Alternativo de Paz, en 1999, Von Hildebrand siempre es recordado como aquel asesor del expresidente Virgilio Barco que logró que se reconocieran 13 millones de hectáreas de bosque húmedo tropical como resguardos y áreas de conservación.
Pero la Amazonia sigue al garete, tal como lo ha concluido el Índice Amazonas 2030, una alianza liderada por las fundaciones Gaia -que Von Hildebrand dirige-, Alisos, Etnollano y el Consejo Empresarial Colombiano para el Desarrollo Sostenible (Cecodes).
Este proyecto, que incluye, además, una encuesta de percepción que muestra lo que la gente del común piensa de la región, reveló que la Amazonia nacional, que ocupa el 42 por ciento del territorio, carece de información de las instituciones estatales frente a temas como minería ilegal e informal.
Además, presenta una institucionalidad aún débil, incapaz de darle un giro a uno de sus problemas más graves y que más del 70 por ciento de la población considera el más grave: la deforestación.
Von Hildebrand dice que gran parte de las dificultades de la región surgen porque no hemos tenido en cuenta a las culturas indígenas amazónicas, a las que siempre les hemos hablado en otro idioma. Lo explica así: "Se les debe poner más atención, valorar sus conocimientos, en lugar de estar imitando tanto a Miami".
¿A qué se debe, según usted, la debilidad de las instituciones amazónicas?
Es irónico: en la Amazonia la debilidad institucional se da porque hay muchas instituciones. Gobernaciones, alcaldías, corporaciones... Hay mucha entidad para poco conocimiento. No hay mayor coordinación entre ellas y sus funcionarios tienen dificultades para hacer presencia.
Hay un vacío político-administrativo, porque hay pocos municipios y a los gobernadores les toca cumplir funciones que muchas veces no conocen, sobre todo en el 80 por ciento del Vaupés, Amazonas y Guanía.
¿Hoy cuál es la situación del Amazonas frente a la minería ilegal y la deforestación?
Amazonas 2030 dice que no hay datos certeros frente a estas amenazas. Creo que el problema no se reduce a tener datos. Lo importante es llegar a las causas. En la Amazonia se tala para meter ganadería, extraer madera ilegalmente para comercializar (la llevan al interior del país por el río Putumayo) y también para introducir cultivos ilícitos y traficar animales.
Sabemos todo, tenemos clara la situación, pero falta control estatal. Se expiden normas que no se cumplen. Usted recorre el río Putumayo y hay dragas por todas partes. La Policía no hace nada, no hacen cumplir la ley.
Usted ha dicho que la migración también es un problema.
Sí, porque la gente que sale huyendo de otras regiones o por necesidades llega a la Amazonia, se instala, genera impactos y comienza a demandar recursos. Mientras no haya un control adecuado a la migración y se les repongan las tierras a los más pobres o afectados por la violencia, este problema no se detendrá.
Según la alianza Amazonas 2030, la gente tiene muy claro que la selva es de todos los colombianos, pero al mismo tiempo, hay una gran indiferencia por esta zona del país ¿Por qué ocurre esto?
Colombia siempre ha sido enfocada como una nación andina y caribeña y el Amazonas sigue siendo mirada como el patio de atrás del país. No hay vías, comercio ni tecnología, pocos pueden estar cómodamente allá. La Amazonia no le genera muchos ingresos al país y por eso el Gobierno no se interesa por ella.
Los políticos saben que allá no hay votos y mucho menos plata. Por el Amazonas nadie pierde o gana una elección y por eso siempre será intrascendente. De ahí el desinterés, que solo se despierta cuando hay alguna intención ambiental de por medio, pero que siempre es pasajera.
¿Falta que se sepa el valor de la selva?
Sí. Colombia no tiene claro cuánto valen los servicios ecosistémicos que presta la selva, tampoco sabe a cuánto ascienden los costos ambientales por no conservarla. Cuando la valoremos, entrará a formar parte de los activos del país.
¿El futuro del Amazonas estaría en el pago que otros países le puedan dar por servicios ambientales?
Es una posible opción, pero para eso el país tendría que optar por adoptar un modelo de preservación. Si Colombia decide cuidar la Amazonia, debe exigir un pago a la comunidad internacional. Así lo hace Guyana. Dejar sin explotar casi la mitad del país debe generar unos recursos y esa sería una forma de compensación.
La Agencia Nacional Minera ha dicho que solo cuando se tenga conocimiento suficiente del suelo y las comunidades, y además existan autoridades fuertes en la zona, se abrirán las puertas de la Amazonia colombiana a una minería responsable. ¿Le cree?
Sí. Debo creerle y estamos trabajando para que esto sea posible. La idea es que dentro de un año debemos tener claro todo el valor cultural para que se pueda identificar en cuáles sitios se podría hacer minera y cuáles debemos dejar bajo protección. Eso va en la misma vía de la resolución que expidió el exministro Frank Pearl, que determina que no se podrá hacer gran minería en territorio amazónico, hasta tanto el Minambiente haga un ordenamiento ambiental en la región.
¿Pero hay muchos sectores que piensan que esto se oye demasiado bien como para ser cierto?
La posición pesimista, opinando desde la hamaca, es la más fácil, pero la posición optimista es la que implica trabajo. Yo puedo pensar que la frase es mentirosa, claro, pero también que es cierta, y por esto último la aprovecharé e intentaré que funcione.
Usted ha dicho que para entender la Amazonia hay que aprender a escuchar. ¿Hemos estado sordos durante décadas?
Total, porque siempre hemos tenido un enfoque colonialista. Hemos querido involucrar a los indígenas en nuestra vida, a la vida de las ciudades y no hemos tenido en cuenta sus conocimientos. Queremos imponerles todo.
La Constitución Política dice que este es un país diverso, pero nunca lo hemos interpretado así, respetando al otro. Si un indígena no habla español, se le tilda de ignorante. Si no va al médico nuestro, se le tilda de irresponsable. ¿Acaso ellos nos han cuestionado a nosotros por no tener ni idea sobre el valor de la naturaleza?
¿Cree que ha hecho falta pensar que en Colombia existen diferentes maneras de ser un ser humano?
Se lo respondo así. Unos indígenas fueron hace poco a Catar, por invitación de la comunidad árabe. Los alojaron en hoteles cinco estrellas y hasta les regalaron unos camellos de carreras. Y cuando volvieron, uno de ellos me dijo: "Nos fue muy bien, pero, ¿sabe una cosa?: esa pobre gente no tiene sino plata. Ni una gota de naturaleza". Colombia no ha aprendido a valorar lo que tiene el Amazonas.
El Gobierno impulsa una reserva minera, de 17 millones de hectáreas, entre la Amazonia y la Orinoquia, para que se haga minería responsable. ¿Está de acuerdo?
Sí, porque detiene la avalancha de la minería desordenada que podría poseer cerca de 2.000 títulos. La reserva minera ordena el panorama y le pone altos estándares a las explotaciones que se intenten de ahora en adelante. Yo preferiría que no hubiera minería, pero hay que reconocer que es imprescindible. ¿O de que está hecho su carro o su celular? De minería. Si no aceptamos la minería, apague y vámonos. Ahí sí tendríamos que comenzar a vivir como en el Amazonas.
Lo noto conciliador, esto a pesar de que usted tiene ascendencia alemana e irlandesa, es decir, tiene los genes de la resistencia en la sangre. ¿Podríamos decir que esos genes están en reposo?
Prefiero ser propositivo, dialogar, buscar soluciones dentro de la racionalidad y con el principio de precaución que indica que si algo implica un riesgo, no se debe hacer. La resistencia es buena, pero a veces también puede convertirse en violencia, y ya en el país tenemos suficiente.
Muchos dicen que la debacle amazónica está cerca, que antes del 2030 podría convertirse en una sabana. ¿Qué podemos esperar verdaderamente?
Va a existir una sabanización, eso es indiscutible según los modelos, principalmente en el suroeste de la Amazonia (sur y centro de Brasil). Pero la parte colombiana de la selva será la menos afectada. Es probable que el último reducto de selva amazónica que se vea al final del siglo XXI, tal como la conocemos hoy, sea la colombiana. Pero hay una sola amenaza que podría impedir que esto no ocurra y que ya no es climática: la amenaza humana.
¿Qué tanto del pensamiento indígena nos hace falta a nosotros?
En la concepción indígena el ser humano hace parte de la naturaleza, vive y comparte con ella. Mientras que nosotros vemos la naturaleza como un recurso, para explotarla y beneficiarnos. Cuando el indígena encuentra su satisfacción y vive cómodo, se queda allí, detiene su búsqueda de mayores beneficios.
Pero nosotros tenemos la visión del progreso, siempre queremos más y más. Buscamos respuestas en el budismo o en las religiones orientales, cuando muchas veces esas respuestas están entre nuestra gente.