ARTURO ARGÜELLO OSPINA |
No es que sea radical, simplemente transmito un sentimiento que muchas veces ha sido colectivo. Colciencias se ha vuelto un ocho, por no decir que un cero a la izquierda, desde que empezó a operar el Sistema General de Regalías.
Para ser honesto, no entiendo el rumbo que ha ido tomando esa entidad. Confusión ante la convocatoria de becas de maestría y doctorado; estrategias económicas que atentan contra los principios de la formación doctoral; cifras de financiación de proyectos que no concuerdan con las de la academia; demora excesiva (y característica) en el giro de recursos a proyectos ya financiados; incertidumbre y silencio administrativo ante la continuidad de programas a los que ya se les aprobó financiación por ocho años en temas prioritarios para el país, etcétera.
Colciencias siempre ha sido una entidad lenta, es verdad, para nadie es un secreto, pero ahora hay una sensación casi generalizada de que la entidad se ha detenido. Ha frenado en seco el avance de la ciencia del país, de la construcción de nuevo conocimiento, y ha entorpecido aún más a esa pesada maquinaria que en Colombia siempre ha limitado a la investigación.
Colciencias es, por defecto, la entidad de la burocracia infinita, de la lentitud exagerada. ¿Cómo pretendemos avanzar en materia de ciencia y tecnología si la entidad encargada de fomentar dicho avance es un dinosaurio que se ha quedado relegado en el tiempo, con procesos administrativos de los años 50 y tecnología de los 90?
Lo peor del caso es que ahora la entidad tiene dos excusas que viene usando de manera sistemática como pretexto. “Hay más recursos que nunca para la investigación” y “le estamos apostando a la innovación”.
La primera afirmación, para los que conocen del tema, sabrán que no es del todo cierta, pues lo que tanto se ha resaltado, el famoso tema de las regalías que fortalecen la inversión en investigación, terminó siendo un botín que se gana políticamente. Tres miserables votos deciden qué proyectos se financian. Un voto corresponde al Gobierno Nacional, un voto a los gobiernos locales y un voto a las universidades. ¿Y Colciencias? Un secretario técnico sin voz ni voto. Es decir, la ciencia y el desarrollo, con el tema de regalías, se está convirtiendo más en un trabajo que premia la capacidad de ‘lobby’ de los grupos de investigación que su calidad científica.
Con respecto a la segunda afirmación, la de innovación, lamento decir que Colciencias llegó, como suele ser común en esta entidad, diez años tarde al tema. Apostarle a la innovación en la segunda década del siglo resulta ya muy poco innovador.
La verdad es que mientras Colciencias avanza a paso de caracol y se pavonea como reina de belleza con la plata de las regalías, nuestros científicos, preparados para montarse en un fórmula uno, experimentan la profunda frustración de haber regresado al país con la falsa promesa de poder investigar por el crecimiento y el desarrollo de la nación.
Actualice su Cv-Lac o su Grup-Lac para que entienda. O ingrese no más a la página web de la que se supone debería ser la entidad más innovadora de Colombia. Busque las cifras de ciencia y tecnología. Trate de encontrar los datos de la producción científica del país. Nada, nada, solo palabras que dicen que ahora hay más recursos que nunca para la investigación y tan solo 34 convocatorias programadas para el 2013.
Hay que ser francos. La ciencia en este país (y por ciencia me refiero a todos los campos del conocimiento) necesita una entidad que la jale y la lleve a nuevos niveles, y no a un pesado departamento administrativo que la retrase constantemente. Si Colciencias no se reinventa, no se redefine y empieza a mostrar agilidad y resultados prontamente, será mejor que la liquiden y que empecemos a construir de cero. Sin duda alguna es mejor borrón y cuenta nueva que seguir así como va la ciencia en manos de Colciencias, frustrada y de para atrás.
Arturo Argüello Ospina
arturo.arguello82@gmail.com
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