ORIGINAL: Diario Del Huila
DIANA MANRIQUE HORTA, FAUSTO MANRIQUE HORTA. Especial para Diario del Huila
08 de Septiembre de 2013
En Upsala, la cuarta ciudad más grande de Suecia, reside Angélica María Delgado Vega, una neivana de 31 años, que descubrió su pasión por la genética cuando estudiaba en el colegio “La Presentación”, del cual salió egresada en 1998 con el segundo mejor puntaje del Icfes a nivel nacional.
“Es imposible esperar que la investigación sea una de las locomotoras del desarrollo en Colombia si se le da tan poca prioridad en la agenda nacional”, asegura Angélica María Delgado Vega, Ph.D. en Ciencias Médicas por la Universidad de Upsala en Suecia, país en el que reside desde 2007.
Esta neivana de 31 años, que trabaja actualmente como residente de genética clínica en el Hospital Universitario de esa ciudad escandinava, forma parte del grupo “Diáspora de Científicos e Investigadores Colombianos”, que en días pasados hizo llegar una carta a Paula Marcela Arias, directora Colciencias, en la que expresaban su inconformismo por las declaraciones dadas por la funcionaria en una entrevista al diario El Colombiano.
En dicho artículo titulado "Faltan más y mejores científicos", la nueva directora hizo afirmaciones como: "El que quiera hacerse rico que no se dedique a ser investigador o profesor universitario", "Se necesitan más y mejores investigadores” o “en Colombia no hay fuga de cerebros”, las cuales provocaron una reacción inmediata por parte de la comunidad científica residente en el exterior.
Para Delgado Vega, “todos los indicadores de investigación y desarrollo ponen a Colombia en los últimos lugares de Latinoamérica, al nivel de África, pero Colciencias hace caso omiso de los mismos. El Estado colombiano no puede seguir ignorando el capital humano con formación de alta calidad que se fuga y se ha fugado desde hace mucho tiempo. Es necesario generar las condiciones que propicien el retorno al país de ese capital humano, y así aprovechar su conocimiento y experiencia.”
Esta investigadora, egresada con honores de la Universidad del Rosario, tiene claro que aunque en Suecia ha encontrado su realización tanto a nivel personal como laboral, regresaría a Colombia si tuviera las condiciones para volver y no se refiere solamente a dinero.
“Aunque yo no tenga una deuda oficial, tengo una deuda moral con las personas e instituciones que han contribuido al éxito de mi carrera. Con esa ilusión vivimos muchos de los que estamos fuera, la ilusión de retribuir y multiplicar lo que se ha invertido en nosotros”, afirma.
Carrera de obstáculos
Quien fuera la segunda mejor bachiller del país en 1998 sabe muy bien de lo que habla, pues ha vivido en carne propia las dificultades que deben afrontar quienes desean formarse y prepararse. Pese a que en su caso la suerte ha estado de su lado, para otras jóvenes promesas ha sido más complicado.
El obtener 397 puntos sobre 400, como se calificaba en ese momento, le hizo merecedora de la beca Andrés Bello y “Bachilleres por Colombia, otorgada por Ecopetrol. La primera, que consistía en una especie de subsidio semestral para manutención y adquisición de libros, llegó sin problema. Sin embargo la de Ecopetrol tardó casi un año en llegar, lo que puso en riesgo su continuidad en la Facultad de Medicina del Rosario.
“Mientras esperábamos a que la beca se hiciera efectiva, el primer semestre lo pagaron mis padres, pero seis meses después no tenía respuesta de Ecopetrol. Era imposible que mi familia continuara asumiendo el costo del semestre. Yo dependía de una beca”, relata. La oportunidad de cursar el segundo semestre llegó tras tocar las puertas de la decanatura de la facultad que le concedió una beca del 70%.
La llamada que tanto esperaba del organismo estatal llegó después de su aparición en el programa “Yo, José Gabriel”, donde, junto con el primer bachiller del país en 1998, hablaron sobre la situación de incertidumbre frente a la posibilidad de continuar sus respectivas carreras.
“Nos dijeron que por temas presupuestales el programa de becas había sufrido una fuerte reducción, que ya no becaban 30 bachilleres sino 16 y que los requisitos ya no se relacionaban estrictamente con el puntaje del Icfes”. Pese a las nuevas disposiciones, Angélica tuvo acceso al programa y desde el tercer semestre hasta el final de su carrera en 2004 estudió becada.
Una pasión
Cuando esta neivana habla de la genética lo hace con tal entusiasmo que sus ojos adquieren un brillo intenso, una sonrisa permanente se dibuja en su rostro y prácticamente pierde la noción del tiempo. “Siempre me gustaron las ciencias naturales y las matemáticas”, cuenta mientras recuerda el día en que se dijo: “Esto es lo que voy a hacer el resto de mi vida, voy a ser genetista”.
Caridad, su madre, nacida en Sabanalarga (Atlántico) y profesora de ciencias naturales del colegio Santa Librada, llegó un día con las fotocopias del artículo de una revista científica en el que se abordaba el tema del proyecto genoma humano el cual empezaría en 1998 y cuya duración estaba prevista para cinco años. “Yo hacía noveno, no tendría más de 15 años y este artículo me marcó”.
Desde entonces, cada escalón que ha ascendido en su carrera profesional lo ha hecho con la genética como principal aliada. Tras graduarse en el Rosario, hizo su año rural en investigación en la Corporación para Investigaciones Biológicas de Medellín, donde trabajó con enfermedades autoinmunes como la artritis, la eclerosis múltiple o el lupus sobre el cual ha centrado todos sus esfuerzos investigativos, concretamente en el lupus eritematoso sistémico (LES), que afecta a una parte importante de la población mundial, principalmente a las mujeres jóvenes.
La oportunidad de estudiar en Upsala le llegó en Cuba, durante la realización de un congreso científico en el que ella presentó un póster (abstract) con los resultados preliminares de su trabajo de tesis de maestría, la cual cursaba en la Universidad de Antioquia.
Allí conoció a la investigadora mexicana Marta Alarcón, reconocida en el ámbito internacional en el estudio del lupus y quien le propuso vincularse como doctoranda a su grupo de trabajo en la Universidad de Upsala. Me dijo: “‘piénsatelo, porque vivir en Suecia no es fácil’. Como yo no estaba dispuesta a desperdiciar un ofrecimiento de estas características, acepté sin pensarlo dos veces”.
Pese a que múltiples genes se han asociado con LES, todavía se desconoce cuáles son las variantes genéticas responsables de la enfermedad, es decir, las que tienen consecuencias en la función de estos genes o en las proteínas que estos codifican. “Los resultados de mi trabajo doctoral contribuyeron significativamente al esclarecimiento de los mecanismos genéticos y patogénicos que conllevan a la pérdida de la tolerancia inmunológica y al desarrollo de LES”
Seis años después, Angélica sigue estando convencida de que su apuesta ha merecido la pena. Hoy, no sólo es Ph. D. en Ciencias Médicas, cuyo título recibió el pasado 26 de abril; también está cumpliendo su sueño de trabajar con pacientes con enfermedades genéticas y por si fuera poco, este país le ha regalado dos seres maravillosos: Tobías su esposo y principal apoyo en este tiempo y Emilia su hija de dos años, quienes en este momento cierran el círculo de satisfacciones y alegrías anheladas.
Obviamente, sus sueños no serían una realidad sin el apoyo de Caridad y Álvaro –comerciante nacido en Baraya-, sus padres, y Álvaro Andrés y Juan Felipe, sus hermanos, quienes llenan los recuerdos de su infancia en el barrio Santa Lucía.
DIANA MANRIQUE HORTA, FAUSTO MANRIQUE HORTA. Especial para Diario del Huila
08 de Septiembre de 2013
En Upsala, la cuarta ciudad más grande de Suecia, reside Angélica María Delgado Vega, una neivana de 31 años, que descubrió su pasión por la genética cuando estudiaba en el colegio “La Presentación”, del cual salió egresada en 1998 con el segundo mejor puntaje del Icfes a nivel nacional.
En el Departamento de Genética Clínica del Hospital Universitario de la Universidad de Uppsala, donde trabaja actualmente. |
Esta neivana de 31 años, que trabaja actualmente como residente de genética clínica en el Hospital Universitario de esa ciudad escandinava, forma parte del grupo “Diáspora de Científicos e Investigadores Colombianos”, que en días pasados hizo llegar una carta a Paula Marcela Arias, directora Colciencias, en la que expresaban su inconformismo por las declaraciones dadas por la funcionaria en una entrevista al diario El Colombiano.
En dicho artículo titulado "Faltan más y mejores científicos", la nueva directora hizo afirmaciones como: "El que quiera hacerse rico que no se dedique a ser investigador o profesor universitario", "Se necesitan más y mejores investigadores” o “en Colombia no hay fuga de cerebros”, las cuales provocaron una reacción inmediata por parte de la comunidad científica residente en el exterior.
Con Tobías y Emilia, su familia. |
Angélica María durante la ceremonia de confirmación de Doctorados de la Universidad de Upsala el pasado 31 de Mayo. |
Esta investigadora, egresada con honores de la Universidad del Rosario, tiene claro que aunque en Suecia ha encontrado su realización tanto a nivel personal como laboral, regresaría a Colombia si tuviera las condiciones para volver y no se refiere solamente a dinero.
“Aunque yo no tenga una deuda oficial, tengo una deuda moral con las personas e instituciones que han contribuido al éxito de mi carrera. Con esa ilusión vivimos muchos de los que estamos fuera, la ilusión de retribuir y multiplicar lo que se ha invertido en nosotros”, afirma.
Carrera de obstáculos
Quien fuera la segunda mejor bachiller del país en 1998 sabe muy bien de lo que habla, pues ha vivido en carne propia las dificultades que deben afrontar quienes desean formarse y prepararse. Pese a que en su caso la suerte ha estado de su lado, para otras jóvenes promesas ha sido más complicado.
El obtener 397 puntos sobre 400, como se calificaba en ese momento, le hizo merecedora de la beca Andrés Bello y “Bachilleres por Colombia, otorgada por Ecopetrol. La primera, que consistía en una especie de subsidio semestral para manutención y adquisición de libros, llegó sin problema. Sin embargo la de Ecopetrol tardó casi un año en llegar, lo que puso en riesgo su continuidad en la Facultad de Medicina del Rosario.
“Mientras esperábamos a que la beca se hiciera efectiva, el primer semestre lo pagaron mis padres, pero seis meses después no tenía respuesta de Ecopetrol. Era imposible que mi familia continuara asumiendo el costo del semestre. Yo dependía de una beca”, relata. La oportunidad de cursar el segundo semestre llegó tras tocar las puertas de la decanatura de la facultad que le concedió una beca del 70%.
La llamada que tanto esperaba del organismo estatal llegó después de su aparición en el programa “Yo, José Gabriel”, donde, junto con el primer bachiller del país en 1998, hablaron sobre la situación de incertidumbre frente a la posibilidad de continuar sus respectivas carreras.
“Nos dijeron que por temas presupuestales el programa de becas había sufrido una fuerte reducción, que ya no becaban 30 bachilleres sino 16 y que los requisitos ya no se relacionaban estrictamente con el puntaje del Icfes”. Pese a las nuevas disposiciones, Angélica tuvo acceso al programa y desde el tercer semestre hasta el final de su carrera en 2004 estudió becada.
Una pasión
Cuando esta neivana habla de la genética lo hace con tal entusiasmo que sus ojos adquieren un brillo intenso, una sonrisa permanente se dibuja en su rostro y prácticamente pierde la noción del tiempo. “Siempre me gustaron las ciencias naturales y las matemáticas”, cuenta mientras recuerda el día en que se dijo: “Esto es lo que voy a hacer el resto de mi vida, voy a ser genetista”.
Caridad, su madre, nacida en Sabanalarga (Atlántico) y profesora de ciencias naturales del colegio Santa Librada, llegó un día con las fotocopias del artículo de una revista científica en el que se abordaba el tema del proyecto genoma humano el cual empezaría en 1998 y cuya duración estaba prevista para cinco años. “Yo hacía noveno, no tendría más de 15 años y este artículo me marcó”.
Desde entonces, cada escalón que ha ascendido en su carrera profesional lo ha hecho con la genética como principal aliada. Tras graduarse en el Rosario, hizo su año rural en investigación en la Corporación para Investigaciones Biológicas de Medellín, donde trabajó con enfermedades autoinmunes como la artritis, la eclerosis múltiple o el lupus sobre el cual ha centrado todos sus esfuerzos investigativos, concretamente en el lupus eritematoso sistémico (LES), que afecta a una parte importante de la población mundial, principalmente a las mujeres jóvenes.
La oportunidad de estudiar en Upsala le llegó en Cuba, durante la realización de un congreso científico en el que ella presentó un póster (abstract) con los resultados preliminares de su trabajo de tesis de maestría, la cual cursaba en la Universidad de Antioquia.
Allí conoció a la investigadora mexicana Marta Alarcón, reconocida en el ámbito internacional en el estudio del lupus y quien le propuso vincularse como doctoranda a su grupo de trabajo en la Universidad de Upsala. Me dijo: “‘piénsatelo, porque vivir en Suecia no es fácil’. Como yo no estaba dispuesta a desperdiciar un ofrecimiento de estas características, acepté sin pensarlo dos veces”.
Pese a que múltiples genes se han asociado con LES, todavía se desconoce cuáles son las variantes genéticas responsables de la enfermedad, es decir, las que tienen consecuencias en la función de estos genes o en las proteínas que estos codifican. “Los resultados de mi trabajo doctoral contribuyeron significativamente al esclarecimiento de los mecanismos genéticos y patogénicos que conllevan a la pérdida de la tolerancia inmunológica y al desarrollo de LES”
Seis años después, Angélica sigue estando convencida de que su apuesta ha merecido la pena. Hoy, no sólo es Ph. D. en Ciencias Médicas, cuyo título recibió el pasado 26 de abril; también está cumpliendo su sueño de trabajar con pacientes con enfermedades genéticas y por si fuera poco, este país le ha regalado dos seres maravillosos: Tobías su esposo y principal apoyo en este tiempo y Emilia su hija de dos años, quienes en este momento cierran el círculo de satisfacciones y alegrías anheladas.
Obviamente, sus sueños no serían una realidad sin el apoyo de Caridad y Álvaro –comerciante nacido en Baraya-, sus padres, y Álvaro Andrés y Juan Felipe, sus hermanos, quienes llenan los recuerdos de su infancia en el barrio Santa Lucía.
Angélica María junto a sus padres y hermanos durante una de sus visitas a Neiva. |
Con el fondo de la Catedral de Uppsala, la ciudad que acoge a esta neivana desde 2007. |
Créditos: Fotografías cortesía de Angélica María Delgado
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