domingo, 5 de mayo de 2013

La lección de las guacamayas

ORIGINAL: Vivir en el poblado. Ed. 520

Es un ejemplo, pequeño pero significativo, de que sí puede alcanzarse, o al menos buscarse, un equilibrio entre el desarrollo de la ciudad y la protección al medio ambiente 

Estamos sorprendidos en Vivir en El Poblado con la respuesta que ha tenido el artículo publicado en nuestra edición anterior (520), titulado “Guacamayas paran proyecto”. El número de “me gusta”, de “compartir” y de “retuits” en las redes sociales, así como las llamadas y mensajes a nuestra sala de redacción, incluso desde el exterior, es muy superior al que habitualmente tienen los artículos en los medios de comunicación. Esto da cuenta de la sensibilidad que despiertan en la comunidad los temas relacionados con el respeto a la naturaleza y la protección a los animales. 

Esta manifestación tan masiva de admiración ante la noticia de una constructora (Vértice y su proyecto Atenas) capaz de aplazar el inicio de una obra en aras de salvaguardar la vida de una pareja de guacamayas ara macao y sus dos polluelos, evidencia el desamparo y el cansancio que sienten muchos ciudadanos frente al ánimo de lucro de organizaciones privadas, que ponen sus intereses económicos por encima de las acciones en beneficio de la naturaleza y la comunidad. De ahí su sorpresa y agradecimiento por un hecho que rompe la regla, que se convierte en excepción en un lugar como El Poblado, que día a día ve caer, impotente, los bellos árboles que lo han caracterizado. 

Es un ejemplo, pequeño pero significativo, de que sí puede alcanzarse, o al menos buscarse, un equilibrio entre el desarrollo de la ciudad y la protección al medio ambiente. 

Qué bueno que la movilización por temas como este no sea un caso aislado, no se quede en anécdota, en un simple y pasajero compartir en las redes sociales, sino que genere la concepción, planeación y dirección de políticas públicas y privadas, normas que busquen la construcción de una ciudad biodiversa. 

Esto sí que hace falta para El Poblado, donde la arborización y los animales silvestres –como las guacamayas y las ardillas– han sido uno de sus principales atractivos. Con frecuencia recibimos quejas por la tala incesante de árboles o la intención de hacerlo para construir urbanizaciones, sistemas de transporte masivo, centros comerciales, hoteles y un distrito financiero en este barrio. Hemos visto como, sin misericordia, algunas constructoras de proyectos talan árboles de manera arbitraria, por razones tan ruines como el que su proyecto tenga visibilidad y, por supuesto, se venda. Y lo hacen con permiso, se supone, de las autoridades ambientales. Eso no debe pasar más. 

Algunos dicen que protestar por las talas de árboles “es una doble moral, pues la gente se queja cuando ya tiene su apartamento asegurado en El Poblado”. No. Lo que hay detrás de estas expresiones de inconformidad es un deseo profundo, una necesidad latente, no de frenar el desarrollo sino de crecer de manera ordenada, inteligente, y no como depredadores sin alma y sin visión de futuro.

Guacamayas paran proyecto

Una pareja de guacamayas y sus dos polluelos lograron algo inaudito: aplazar un proyecto constructivo


Sobre una palma seca de unos diez metros de alto, ubicada en la loma de Los Parra con la carrera 35, dos guacamayas permanecen casi todo el día. Supervisan el crecimiento de sus dos polluelos, nacidos hace casi tres meses.

Esta pareja, de la especie ara macao, una de las más sociables y, precisamente por eso, más afectada por el tráfico ilegal de fauna, está lejos de saber que cientos de habitantes de los edificios que las rodean están pendientes de ellas, que el Área Metropolitana no les quita los ojos de encima, que una constructora aplazó el inicio de un proyecto constructivo en aras de protegerlas, y que una zootecnista y auxiliares de campo fueron contratados exclusivamente para garantizar su vida y la de sus polluelos, que crecen en un nido, dos metros adentro de la palma.

Aunque el inicio de la unidad residencial Atenas, de la empresa Vértice, en terrenos donde están las guacamayas, estaba previsto para el 1 de abril pasado, fue aplazado indefinidamente. “Por lo menos dos meses más, hasta que los polluelos aprendan a volar solos”, explica Diana Janneth David, zootecnista y estudiante de la Maestría en Ciencias Ambientales, de la Universidad de Antioquia, encargada de velar por la vida de esta familia de aves, conocidas también como guacamayas bandera. “A la fecha (19 de abril) faltan unos 15 días para alzar el vuelo. Van a estar saliendo y entrando mientras despegan y aprenden. Una vez los pichones estén seguros fuera del nido, debe clausurarse la entrada al hueco de la palmera para que haya un ahuyentamiento pasivo y logren encontrar un sitio más seguro”, agrega.

Responsabilidad ambiental

Desde agosto del año pasado la constructora Vértice tiene permiso de aprovechamiento forestal para talar varios árboles, entre ellos la citada palmera, a fin de empezar la unidad residencial Atenas. Sin embargo, vecinos y algunos trabajadores del proyecto se percataron de que las guacamayas habían variado su rutina y no era conveniente talar el árbol donde parecían cuidar un tesoro. Así fue como esta empresa contrató personal especializado, instalaron con cuidado un andamio y pudieron descubrir los dos polluelos. En ese momento, y ya con un requerimiento del Área Metropolitana, se decidió aplazar la construcción hasta nueva orden.

Este es un ejemplo de responsabilidad ambiental, que debe ser imitado por otras empresas en un área como El Poblado, donde cada vez se ven menos guacamayas como estas. Mientras haya menor intervención humana, mejor”, dice Diana Janneth David.

Foto cortesía Manuel Ortega Carrillo
Casi un milagro

No es fácil la reproducción de estas guacamayas, que se caracterizan por ser monógamas. En este caso se dieron varias coincidencias que permiten el milagro de la vida en plena zona residencial de El Poblado. “Su éxito reproductivo depende de que haya una pareja, y de cada 100 parejas solo 10 o 20 logran un apareamiento anual, y de ellas, entre 6 y 14 logran poner huevos gracias a que encuentran un árbol muerto para poder meterse y reproducirse”, agrega la zootecnista. “No es fácil encontrar árboles secos pues los tumban porque representan un peligro, y que además tengan un diámetro adecuado para tener unos pichones que van a crecer y a aletear”.

Mientras los polluelos crecen dentro de la palma, los vecinos y responsables del proyecto esperan con ansia el momento de verlos volar junto a sus padres, y, por supuesto, poder retomar la construcción de la obra.

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