ORIGINAL: El Espectador
La comunidad científica de Colombia se levantó ayer con un mal sabor de boca.
Jaime Restrepo Cuartas, el director del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias), le presentó su renuncia al presidente de la República, Juan Manuel Santos. En el momento en que se escribían estas líneas no se conocían aún sus razones. Sin embargo, muchas voces tienden a alzarse al unísono: parece que su gestión, así como sus propuestas, no eran muy apoyadas por el Gobierno Nacional. Hasta ahí suena muy grave la motivación, pero una pronunciación al respecto sería más que aventurada. Hacen falta más datos. Restrepo ha estado esquivo a la hora de comunicarlos.
Desde hace varios días este médico, académico y exparlamentario había puesto a consideración del primer mandatario de la Nación su renuncia. Y según algunas voces científicas, la dimisión estaba más que cantada. Restrepo se va, pero deja abierta, al mismo tiempo, una pregunta fundamental: ¿qué pasará ahora con Colciencias? ¿Quién se le medirá a manejar esta entidad que se encuentra cada vez más dentro de un laberinto que parece no tener salida?
Es triste revisar el estado en el que se encuentra Colciencias hoy en día. La burocracia, el mal funcionamiento, los mínimos requisitos incumplidos, las fechas de las convocatorias cambiadas de un día para otro. Y más. Muchos investigadores, por ejemplo, se quejan porque la página es ininteligible, porque los formularios son extensos, porque cuando llenan las solicitudes en ellos la página se cae.
Los investigadores deben esperar cuatro meses para formalizar su contrato y un tiempo más para recibir el dinero. Estos mismos procesos son los que ahuyentan a empresarios, lo que frena la financiación . Graves problemas cuando uno está viviendo en el siglo XXI.
Estos huecos son una cosa. Enmendables, claro, si se logra una reestructuración de la entidad, que fue lo que propuso Restrepo hace un tiempo y sobre lo que falta la venia de la Presidencia de la República. Pero estos pequeños baches, sumados unos a otros y exacerbados entre sí, son los que generan un enorme retroceso en la generación de conocimiento. Es una obviedad, pero los avances de una sociedad se miden también así: con los triunfos de sus ciencias (sociales y puras).
Este espíritu, sin embargo, se ha visto un poco traicionado desde la expedición de la Ley de Ciencia y Tecnología (1286/09) que desde su raíz comete un pecado: anima los estudios hacia el sector productivo , para que los resultados sean principalmente aquellos que surgen de la investigación que genera algún valor agregado a los servicios de la economía nacional. Esto, sin decirlo, le da un duro golpe a la investigación de las ciencias básicas que, consecuentemente y a futuro, redundan por obvias razones en el desarrollo económico. O a las sociales, que hacen lo propio en el desarrollo sostenible, como bien tuvo en afirmar el vicerrector de la Universidad de los Andes, Carl Langebaek.
Esta ley también convirtió a Colciencias en un departamento administrativo (que es casi como un ministerio), sumándole responsabilidades sin un correlativo aumento de la nómina.
Asimismo preocupa el tema de las regalías para ciencia y tecnología, asignadas bajo el criterio de las necesidades básicas insatisfechas, que deja a algunas regiones sin capacidad científica con un gran pedazo de la torta. Esto es preocupante y el Gobierno debería reformularlo, si no da los resultados esperados en avances científicos.
Un caballo difícil de montar. El nuevo director de este departamento administrativo deberá ser una persona con cierta fuerza política, que tenga un conocimiento profundo de Colciencias y que sea una carta apta para el Gobierno. No puede quedar en crisis una entidad tan importante para el desarrollo del país.
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