ORIGINAL: El Mundo (España)
DIEGO SINOVA
Foto: El Mundo. / DIEGO SINOVA |
Tóxico. ¿Sabemos lo que bebemos? A juicio del químico William Shotyk, no. Este reputado científico de la Universidad alemana de Heidelberg, un auténtico Sherlock Holmes de la contaminación, sostiene en su última investigación que tanto el agua como los refrescos envasados en botellas de plástico no son tan saludables como parece. Estos populares recipientes contienen, según Shotyk, un metal, el antimonio, potencialmente tóxico y capaz de provocar vómitos y desarreglos en el sistema nervioso, entre otros riesgos para la salud. El camino, explica el químico, es siempre el mismo: el veneno pasa del plástico al líquido de forma similar a como lo hace el contenido de una bolsita de té en una taza de agua.
Las conclusiones del polémico investigador, que ha jurado no beber agua embotellada nunca más, han sido recibidas con ácidas críticas por el sector. «No tengo la menor duda sobre el resultado de mis estudios», se defiende Shotyk, en conversación con CRONICA.«Es más, pienso que alguien debería buscar alternativas a las botellas PET, que son los plásticos más usados por la industria de bebidas, y desarrollar una botella biodegradable, que no contamine ni las bebidas ni el medio ambiente».
La investigación, que será publicada en el próximo número del Royal Society of Chemistry Journal, se sustenta en el análisis de 48 marcas comerciales de agua mineral que se comercializan en Europa (incluidas tres españolas) y 15 canadienses. «Todas las botellas que estaban fabricadas con polietileno tereftalato, el PET, desprendían antimonio», asegura el científico. Dice más: «Cuanto más tiempo permanece el líquido en la botella, mayor es la concentración de este veneno», descubierto en 1450 por el alquimista alemán Basil Valentine. Una pequeña dosis de antimonio puede causar malestar y depresión. Una dosis mayor puede desembocar en náuseas o incluso ser letal. Las cantidades detectadas por Shotyk y su equipo son, sin embargo, menores que los niveles oficialmente recomendados, aunque el estudio concluye que en las botellas PET, después de tres meses de almacenamiento, la presencia de antimonio se duplica.
La curiosidad por este elemento natural, cuya presentación en forma de sulfuro ya utilizaban las mujeres del antiguo Egipto para pintarse los ojos y ennegrecer sus uñas, se le despertó hace cuatro años. Shotyk, estudioso de la química del aire, buscaba una explicación que aclarara las causas de la alta contaminación por antimonio que, desde el periodo romano, se detectaba en la atmósfera de Suiza. La respuesta la encontraría entre el hielo de los glaciares, una especie de caja negra del tiempo donde quedan registrados muchos de los fenómenos climáticos ocurridos en el pasado. «Empezamos a taladrar y a extraer muestras. Los resultados del estudio nos hicieron pensar si no serían aplicables a escala global. Y acertamos. Hemos constatado que existe también un aumento de la concentración de antimonio en el Artico. ¿De dónde demonios procede esto?, me pregunté. Hasta que supe que las dos terceras partes de este tóxico disponible en el mercado se destinan a la fabricación de productos ignífugos/retardantes, textiles y plásticos. Fue así, casi de manera fortuita, como supe que las botellas de PET llevan antimonio», relata el científico de origen canadiense.
En cuestión de 30 años el agua embotellada ha pasado de no ser prácticamente nada a que se hable de ella como la segunda o tercera mercancía (legal) que más dinero mueve en el mundo, después del petróleo y el café, asegura la consultora australiana de marketing de bebidas Fountainhead. El resultado es que los habitantes del planeta beben 148.000 millones de litros anuales, según la multinacional de la alimentación Nestlé, alrededor del doble que en 1996, y se gastan unos 84.000 millones de euros cada año.
Debido a que la fecha de caducidad, que en algunos casos puede llegar a los dos años, los científicos quieren estudiar el agua embotellada en mayor profundidad. Aunque no todos están dispuestos a comulgar con Shotyk. «Me ha llegado un resumen de su trabajo y, por los datos que aporta, no veo ningún motivo de alarma. Es más, creo que, como en todo lo que concierne a la seguridad de los productos que ingerimos, debemos ser cautelosos. De hecho, los niveles de concentración de antimonio encontrados en las botellas de agua mineral analizadas por Shotyk están muy lejos incluso del máximo permitido y aún más alejados de la cantidad letal», sostiene la bióloga Adela López, adscrita al departamento de Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Navarra.
«La gente compra agua embotellada porque piensa que es mejor para su calidad de vida. Pero yo creo que los consumidores deberían tener todos los datos y luego tomar sus propias decisiones. Cuando se llevan a casa una botella de agua mineral, lo que hacen es comprar una imagen de pureza, que la publicidad se encarga de venderles», sentencia el controvertido químico. «A la gente no se le debe engañar».
CLAVES
EL CONSUMO
- Cada español consume unos 140 litros al año de agua embotellada./
- Alrededor de 5.200 millones de litros en total. /
- España es el cuarto país de Unión Europea que más agua envasada gasta por habitante. /
- Los italianos son los que beben más, seguidos de alemanes y franceses. /
- De cada 100 botellas vendidas en España, tres contienen agua del grifo.
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