Según un experto
“Es un buen caso de cómo el conocimiento de la universidad se aplica en la vida real. Un caso exitoso de inteligencia colectiva y una solución que podría replicarse en el país”.
Arquitecto Alberto Saldarriaga, decano de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Se dice que dos cabezas piensan más que una y Palomino, en La Guajira, es la prueba. Es el único caso en el país en que los arquitectos y la comunidad se reunieron para trabajar por el pueblo.
Hoy tiene un rostro distinto.
Hoy tiene un rostro distinto.
Esta propuesta arquitectónica de inclusión social ha llamado la atención a nivel nacional e internacional. Unió a los habitantes del corregimiento Palomino, de Dibulla, en La Guajira, para una misma causa: rediseñar su pueblo.
Cada uno de sus 4.000 habitantes aportó ideas y mano de obra en el proceso de construcción, un modelo de inteligencia colectiva. No hubo jerarquías entre quienes participaron: la comunidad, los alumnos de la asignatura Proyecto Nuevos Territorios de la Universidad Javeriana y los grupos de arquitectos Zoohaus, Zuloark y Mitin.
Así, desde 2009, empezaron a construir la casa de la cultura, en la que hoy se dictan talleres del Sena y se integran los kogui con los palominenses. También fabricaron un carrito de comidas en el que se venden pinchos, arepas y otros platos típicos cuyas ganancias van para los niños del pueblo. Además, se hizo la casa de los deportes, con cancha de fútbol, y un parque para los niños, con sogas y materiales de la región.
Y, lo más importante, un novedoso sistema de sanitarios, pues Palomino lleva casi 30 años sin alcantarillado. “Esto generaba un desastre antihigiénico al momento de drenar los pozos sépticos”, dice Sebastián Posada, habitante de Palomino. Estos también contaminaban las aguas subterráneas y los ríos.
Pero con el proyecto Palomino Sociedad en Construcción fueron reemplazados por baños secos, que funcionan sin agua. Separan los residuos líquidos de los sólidos, que no se pierden: los habitantes los mezclan con desechos agrícolas para abonar las huertas donde cultivan vegetales, escasos en la región. Además, la cubierta del baño seco recoge el agua de lluvia y la reutiliza.
Este ambicioso proyecto de innovación social, que tuvo un costo aproximado de 90 millones, ha sido premiado por varias entidades: la Bienal Colombiana de Arquitectura, la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y la Unesco. Sin embargo, para el arquitecto Carlos Hernández, cabeza del proyecto, lo más importante de esta iniciativa es el impacto que ha tenido en la comunidad.
¿Por qué son mejores los baños secos?
Instalar un baño seco en Palomino cuesta 850.000 pesos mientras que llevar el alcantarillado costaría 8 millones de pesos. Ahora en cada casa, con cuatro habitantes en promedio, apenas se consume 2.800 litros de agua anuales con esta solución sanitaria. Si tuvieran alcantarillado o un pozo séptico esta cifra sería de 20.000 y 23.000 litros de agua, respectivamente. En total, los 500 hogares ahorrarían 10 millones de litros de agua y dejarían de contaminar 125 millones de litros, el equivalente a 50 piscinas olímpicas de 50 metros de longitud por 25 de ancho.
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